Calentador de cama |
Tan apenas me acuerdo de mi tío Ramón, de Ministirio, ni siquiera recuerdo su imagen. Yo era muy pequeño; creo que no llegaba a los cinco años de vida. Eran tiempos muy diferentes a los actuales. En mi pueblo no había luz, ni agua corriente, ni teléfono… Por suerte cada casa tenía su pozo de agua, algo que los mayores consideraban un lujo. En casa también disponíamos de retrete seco, realizado en el año 1929. No había calefacción y los inviernos solían ser duros, con hielo y nieve. Cuando íbamos a dormir se pasaba por la cama un calentador de cobre que calentaba las sábanas, si bien con el paso de las horas el frío se hacía más patente, eliminado a base de muchas mantas. Con el frío, a veces, surgían los sabañones, generalmente en los dedos de los pies o en las orejas.
El tío Ramón era un familiar lejano. Un antepasado suyo había nacido en
la casa de mi familia. Venía algún día a trabajar como jornalero y se quedaba a
dormir. Por la noche, junto al fuego del hogar nos recitaba la atrayente
historieta de la raboseta. La repetía varias veces porque veía que nos hacía
gracia. Tanto fue así que se me quedó grabada. Era más o menos de esta manera:
· ¿Dónde está la raboseta?
· Detrás de la mateta
· ¿Dónde
está la mateta?
· El
fuego la ha cremau
· ¿Dónde
está el fuego?
· El
agua lo ha apagau
· ¿Dónde
está el agua?
· Las
gallinas se la han bebido
· ¿Dónde
están las gallinas?
· A
poner huevos
· ¿Dónde
están los huevos?
· El
cura se los ha comido
· ¿Dónde
está el cura?
· A
decir misa
· ¿Dónde
está la misa?
· Detrás
del altar
· ¿Dónde
está el altar?
· Véstelo
a mirar.
Lo que más me llamó la atención del tío Ramón fue su remedio para eliminar
los sabañones: untarlos con orina. Nunca lo probé, me resultaba bastante repelente
la idea…
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