Olsón |
La
comarca de Sobrarbe padeció durante siglos un tratamiento que podríamos
calificar de colonial. En el siglo XX, en este territorio, se realizaron
infraestructuras hidroeléctricas con las cuales llevaron la electricidad a
grandes ciudades como Barcelona y Bilbao. Se construyeron grandes embalses para regar el sur de la
provincia de Huesca. No se realizó ningún plan de restitución territorial y se
incentivó el abandono de los pueblos.
A
partir de los años 70, cuando el desastre humano sobre el territorio era
terrible, las cosas comenzaron a cambiar y se fueron imponiendo criterios de
reequilibrio territorial.
En
el año 1952 la situación era muy mala. Prueba de ello es este escrito realizado
a instancia de los poderes políticos provinciales. En el periódico “Nueva
España” se daba cuenta de la visita del gobernador civil a la “zona más agreste
de Sobrarbe”. En un extenso artículo se dio cuenta de los actos realizados en
los distintos pueblos visitados. Veamos parte del contenido de dicho artículo:
En el partido de Boltaña, con sus
aproximadamente sesenta kilómetros cuadrados de extensión, es sin duda alguna
el peor comunicado, entre sí, en general, de los nueve que componen nuestra
provincia. La inmensa montaña de Sobrarbe aloja, colgados en sus picos, una
gran cantidad de pueblos, pequeñas y diminutas aldeas. Agrupaciones en su
mayoría sin comunicación alguna trazada por la mano del hombre y sin más
conocimiento de las modernas conquistas de la civilización que las que le llega
a través de la prensa, los mozos que regresan de cumplir su servicio militar,
los curas y maestros -misioneros beneméritos ambos en aquellas serranías- de
alguna muchacha que fue a servir a Barcelona o Zaragoza. Para encontrar una
instalación de alumbrado eléctrico hay que recorrer frecuentemente a caballo,
o a pie, cuando la cabalgadura falta, jornadas interminables de sol a sol,
interminables en el tiempo y dolorosas por pesadas en el espacio. Es frecuente
encontrarse en trayectos de pueblo a pueblo sin vestigio alguno de pisadas
humanas. El conocimiento de que vive alguien se desprende de la observación de
tierras cultivadas. Así, pues, nadie que no sea nativo puede trasladarse de un
lugar de éstos a otro por una línea señalada de antemano. Se nos imagina que
las sendas las deben llevar y las llevan, qué duda cabe, en su imaginación y en
la costumbre: un pino determinado, una roca de características especiales,
aquella mata baja, el otro corro de romeros y el arroyuelo aquel, les indican
que por allí pasaron muchas veces sus padres, que por allí han pasado ellos en
mil ocasiones y que por allí depende pasar ahora. La brava y soberbia orografía
del no menos reino de Sobrarbe, no permitió, al parecer, que en sus rocas –pues eso
son en gran parte los caminos- quedara marcada huella de pie o de herradura. Y
nadie se eche las manos a la cabeza y piense que exageramos, que mentimos tal
vez. Seguramente serán muchos los vecinos de Huesca que por haber visitado
algunas de las zonas que más adelante se citan, avalarán la verdad de nuestra
información. Sin ir más lejos, ayer mismo saludamos en la capital al alcalde de
Labuerda quién nos manifestó que nunca creyeron que el gobernador pudiera en
modo alguno terminar con éxito su plan de visita. “Han recorrido ustedes –nos
dijo- la zona peor de la provincia y, seguramente, de España. Lo es tanto que
nosotros mismos lo pensamos mucho antes de iniciar un viaje de esa naturaleza,
y lo hacemos dos o tres veces en la vida, ha de ser por necesidad imperiosa, y
desde luego aguardando a que el tiempo escampe, en modo alguno nos embarcamos
por esas rutas con las tronadas que ustedes han sufrido”.
Y de lo arisco de la ruta, no es lo peor
la tierra firme. Lo malo, lo verdaderamente grave son los barrancos, esos
accidentes del terreno completamente irregulares en sus lechos y en sus
trazados, abiertos en las montañas y en los valles por la misma fuerza de las
aguas de aluvión. De ordinario secos o poco caudalosos, los días 4, 5 y 6
ofrecían aspecto impresionante. En una palabra, bajaban “gordos” –según la
expresión de los naturales-, como pocas veces habían visto. Uno de ellos, el
Isola, presentaba cariz tal que las bestias se negaban a vadearlo, y los
mozos hubieron de emplear toda su energía para hacerlas cruzar tirando ellos
del ramal y con agua al pecho.
Cierto que no todos los caminos son
pésimos, algunos hay hasta cómodos, hábiles incluso para coches cuando no
llueve; la pista de varios kilómetros de longitud ejecutada por doce vecinos
heroicos de Mondot, que enlaza su pueblo con la carretera de Arcusa, es un
ejemplo muy digno de destacar el loor de los laboriosos montañeses que la
construyeron. Pues bien, a través de esta teoría de piedras y pedruscos,
ontinas y romeros, barrancos y ríos, y bajo tormentas impresionantes, cabalgó
el jefe provincial del Movimiento en compañía del Presidente de la Diputación,
del inspector provincial del Movimiento –éste el primer día nada más-, de los
delegados del Frente de Juventudes, Vieja Guardia, ex Combatientes, diputado
provincial por Boltaña, inspector de la zona camarada Ibarra y este periodista,
por espacio de dos días y medio y en jornadas de 8:30 de la mañana a 10 de la
noche con las consiguientes intermitencias de los pueblos que visitaba y que
más adelante citaremos, donde pronunció discursos, dio alientos, se interesó
por los problemas locales, en su afán de conocer la provincia y para cumplir la
promesa hecha a las autoridades de aquellas aldeas de visitar a sus moradores
en sus propios hogares… (continuará)
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