Hoy comienza un nuevo apartado en este blog, relacionado con los desastres motivados por el granizo de tamaño grueso, popularmente conocidos como pedregadas. En la actualidad está de moda el cambio climático y el afirmar que los fenómenos meteorológicos extremos son más abundantes que en el pasado.
Los
políticos, arquitectos e ingenieros lo tienen fácil. Cuando se produce un
desastre natural provocado por una riada argumentan que la culpa es del cambio
climático o que el cauce del río está con mucha vegetación. Nunca asumen responsabilidades. Es una barbaridad permitir nuevas construcciones
en las llanuras de inundación de ríos y barrancos, o en abanicos aluviales
activos. Tarde o temprano se va a producir una inundación en estas zonas. No
podemos dominar la naturaleza a nuestro antojo; el atrevimiento se acaba
pagando.
Personalmente
pienso que no ha habido un incremento de los fenómenos meteorológicos adversos,
ni siquiera ha aumentado su virulencia. Para realizar esta afirmación me baso
en los datos históricos registrados en la comarca de Sobrarbe. A lo largo de
sucesivas entregas iremos viendo algunas catástrofes naturales que en su día
provocaron graves afecciones sobre la economía familiar de las gentes de este
país.
En
Sobrarbe hubo unas lluvias excepcionales en el último tercio del siglo XVIII. Fueron
tan destacadas que incluso cambiaron la fisonomía del paisaje. En cuanto a
pedregadas, en el año 1791 el cura de Araguás y El Pueyo afirmó:
“Ningún
perjuicio, gracias a Dios, sufren estos feligreses de El Pueyo y Araguás en lo
espiritual, pero en lo temporal padecen mucha indigencia porque de muchos
tiempos a esta parte son pocos los años que no experimentan furiosas granizadas
que los tienen abrumados y consumidos. De no ser así serían los más dichosos en
lo temporal, por ser una gente lo más aplicada al trabajo y de la mejor
conducta”
En
Mipanas también se registraron importantes pedregadas en el siglo XVIII:
El rector Cuello dejo escrito: “El
día 22 de setiembre del año 1739, por la noche, cayó una horrorosa pedriada,
que causó muy notable daño en huertas, olibas y ubas. Empezó antes de Mipanas y
prosiguió más adelante, no sé hasta dónde”.
El
rector Martín Cano anotó: “El día primero
de septiembre del año 1771 cayó otra pedriada por la noche y peló los árboles y
demás. Abarcó todo el monte, desde la cruz del camino de Paúl... Se encontraron
bajo los árboles y matas, y trajeron los hombres a docenas, pájaros, perdices,
perdiganas, conejos y otros animales. Se recolectaron luego las ubas chafadas,
las olibas....”
Continuará.
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