Antiguamente la superstición en el Alto Aragón alcanzó cotas difíciles
de imaginar hoy en día. Se creía que las brujas podían entrar en las casas por
la chimenea. Es por ello que las chimeneas antiguas, que eran cilíndricas o
troncocónicas, estaban rematadas muchas veces con un rostro fiero para que espantara
las brujas y evitara su entrada; de ahí surge el nombre de espantabrujas. En el
último tercio del siglo XX se puso de moda poner de nuevo estos monigotes
coronando la chimenea o chaminera. Es difícil ver viejos espantabrujas; éste de
Arcusa es un buen ejemplar que por su fiereza a buen seguro espantaba bien las
brujas.
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