martes, 29 de marzo de 2016

Despoblado de Matidero, buscando escudos

Siguiendo con el lento y laborioso trabajo de inventariar todos los escudos de Sobrarbe, los que hubo y los que quedan, hoy he estado en Matidero, en el límite occidental de la comarca. Aquí hubo al menos cuatro escudos, en las casas Palacio y Villacampa-Cebollero, y en la iglesia. Si alguna persona sabe algo del tema, le estaré muy agradecido si contacta conmigo. Me interesa alguna foto o información para el libro que estoy haciendo. Si se desea, también se guarda confidencialidad.

En el año 1626 Domingo de Asín, Joan Alonso Grasa y Joan de Villacampa, vecinos de Matidero, eran considerados infanzones.

En 1787 los infanzones, vecinos de Matidero, eran José Allué, José López, Miguel López, Cosme Bara, Pedro Bara, Francisco Nasarre, Miguel Palacio y Alejandro…Prácticamente todas las casas eran infanzonas, de aceptable nivel económico, acorde con la amplitud de la iglesia del lugar. Lástima el devenir histórico y la pérdida de patrimonio en este pueblo.

Acceso al cementerio e iglesia de Matidero

Detalle de la clave del arco de entrada al cementerio. AÑO 1734

Hubo escudo sobre la clave de la portada de acceso a la iglesia, indicando la pertenencia a San Juan de La Peña

Interior de la iglesia, bastante deteriorado

Escasos restos de pintura en la iglesia

Debajo del encalado hay pinturas que parecen de interés

Epigrafía latina algo erosionada en el dintel. El alféizar de la ventana fue sustraído. En el biselado se lee: IOSEF IESVS MARIA. Siglo XVII

Edificio en el que estuvo un horno de pan comunitario

Casa de grandes dimensiones que aún conserva la portada de entrada

Pequeño vano, bien trabajado y enrejado


Casa en ruina avanzada

Casa modernista

Vieja máquina

Adorno en el techo de una estancia

Pozo de agua muy cómodo, con acceso directo desde la cocina


Retrete para los tiempos “modernos”

lunes, 21 de marzo de 2016

Contribución del pueblo de Abizanda al Canal Imperial de Aragón


Durante muchos años, los pueblos del Reino de Aragón contribuyeron de forma obligatoria en la construcción y mantenimiento del Canal Imperial, aportando dinero para sufragar las obras. En el año 1830, los vecinos del municipio de Abizanda tuvieron que pagar 335 reales de vellón. Cada vecino pagó según la proporción que le correspondía en la normativa de la contribución ordinaria.

Como vemos, vienen de lejos los sacrificios de las gentes de Sobrarbe en favor de los regadíos en las tierras llanas aragonesas de la Depresión del Ebro. El siglo XX supuso la culminación de los sacrificios, incluso con la vida de muchos pueblos y la desvertebración del territorio. Por algo nos hemos convertido en un desierto demográfico.

martes, 15 de marzo de 2016

“Han recorrido ustedes la zona peor de la provincia y, seguramente, de España”. Erípol, Olsón, Mondot..., año 1952


Olsón
La comarca de Sobrarbe padeció durante siglos un tratamiento que podríamos calificar de colonial. En el siglo XX, en este territorio, se realizaron infraestructuras hidroeléctricas con las cuales llevaron la electricidad a grandes ciudades como Barcelona y Bilbao. Se construyeron grandes embalses para regar el sur de la provincia de Huesca. No se realizó ningún plan de restitución territorial y se incentivó el abandono de los pueblos.

A partir de los años 70, cuando el desastre humano sobre el territorio era terrible, las cosas comenzaron a cambiar y se fueron imponiendo criterios de reequilibrio territorial.

En el año 1952 la situación era muy mala. Prueba de ello es este escrito realizado a instancia de los poderes políticos provinciales. En el periódico “Nueva España” se daba cuenta de la visita del gobernador civil a la “zona más agreste de Sobrarbe”. En un extenso artículo se dio cuenta de los actos realizados en los distintos pueblos visitados. Veamos parte del contenido de dicho artículo:

En el partido de Boltaña, con sus aproximadamente sesenta kilómetros cuadrados de extensión, es sin duda alguna el peor comunicado, entre sí, en general, de los nueve que componen nuestra provincia. La inmensa montaña de Sobrarbe aloja, colgados en sus picos, una gran cantidad de pueblos, pequeñas y diminutas aldeas. Agrupaciones en su mayoría sin comunicación alguna trazada por la mano del hombre y sin más conocimiento de las modernas conquistas de la civilización que las que le llega a través de la prensa, los mozos que regresan de cumplir su servicio militar, los curas y maestros -misioneros beneméritos ambos en aquellas serranías- de alguna muchacha que fue a servir a Barcelona o Zaragoza. Para encontrar una instalación de alumbrado eléctrico hay que recorrer frecuentemente a caballo, o a pie, cuando la cabalgadura falta, jornadas interminables de sol a sol, interminables en el tiempo y dolorosas por pesadas en el espacio. Es frecuente encontrarse en trayectos de pueblo a pueblo sin vestigio alguno de pisadas humanas. El conocimiento de que vive alguien se desprende de la observación de tierras cultivadas. Así, pues, nadie que no sea nativo puede trasladarse de un lugar de éstos a otro por una línea señalada de antemano. Se nos imagina que las sendas las deben llevar y las llevan, qué duda cabe, en su imaginación y en la costumbre: un pino determinado, una roca de características especiales, aquella mata baja, el otro corro de romeros y el arroyuelo aquel, les indican que por allí pasaron muchas veces sus padres, que por allí han pasado ellos en mil ocasiones y que por allí depende pasar ahora. La brava y soberbia orografía del no menos reino de Sobrarbe, no permitió, al parecer, que en sus rocas –pues eso son en gran parte los caminos- quedara marcada huella de pie o de herradura. Y nadie se eche las manos a la cabeza y piense que exageramos, que mentimos tal vez. Seguramente serán muchos los vecinos de Huesca que por haber visitado algunas de las zonas que más adelante se citan, avalarán la verdad de nuestra información. Sin ir más lejos, ayer mismo saludamos en la capital al alcalde de Labuerda quién nos manifestó que nunca creyeron que el gobernador pudiera en modo alguno terminar con éxito su plan de visita. “Han recorrido ustedes –nos dijo- la zona peor de la provincia y, seguramente, de España. Lo es tanto que nosotros mismos lo pensamos mucho antes de iniciar un viaje de esa naturaleza, y lo hacemos dos o tres veces en la vida, ha de ser por necesidad imperiosa, y desde luego aguardando a que el tiempo escampe, en modo alguno nos embarcamos por esas rutas con las tronadas que ustedes han sufrido”.

Y de lo arisco de la ruta, no es lo peor la tierra firme. Lo malo, lo verdaderamente grave son los barrancos, esos accidentes del terreno completamente irregulares en sus lechos y en sus trazados, abiertos en las montañas y en los valles por la misma fuerza de las aguas de aluvión. De ordinario secos o poco caudalosos, los días 4, 5 y 6 ofrecían aspecto impresionante. En una palabra, bajaban “gordos” –según la expresión de los naturales-, como pocas veces habían visto. Uno de ellos, el Isola, presentaba cariz tal que las bestias se negaban a vadearlo, y los mozos hubieron de emplear toda su energía para hacerlas cruzar tirando ellos del ramal y con agua al pecho.

Cierto que no todos los caminos son pésimos, algunos hay hasta cómodos, hábiles incluso para coches cuando no llueve; la pista de varios kilómetros de longitud ejecutada por doce vecinos heroicos de Mondot, que enlaza su pueblo con la carretera de Arcusa, es un ejemplo muy digno de destacar el loor de los laboriosos montañeses que la construyeron. Pues bien, a través de esta teoría de piedras y pedruscos, ontinas y romeros, barrancos y ríos, y bajo tormentas impresionantes, cabalgó el jefe provincial del Movimiento en compañía del Presidente de la Diputación, del inspector provincial del Movimiento –éste el primer día nada más-, de los delegados del Frente de Juventudes, Vieja Guardia, ex Combatientes, diputado provincial por Boltaña, inspector de la zona camarada Ibarra y este periodista, por espacio de dos días y medio y en jornadas de 8:30 de la mañana a 10 de la noche con las consiguientes intermitencias de los pueblos que visitaba y que más adelante citaremos, donde pronunció discursos, dio alientos, se interesó por los problemas locales, en su afán de conocer la provincia y para cumplir la promesa hecha a las autoridades de aquellas aldeas de visitar a sus moradores en sus propios hogares… (continuará)

 

domingo, 6 de marzo de 2016

Las comunidades judías en Sobrarbe


 
El pasado viernes se presentó en Aínsa un nuevo libro del Sr. Francisco Andrés Lascorz Arcas, titulado “Las comunidades judías en Sobrarbe”. La presentación resultó todo un éxito, habiendo mucha afluencia de público.
Respecto al libro, en un primer golpe de vista se aprecia su buena estructuración y maquetación, junto a detalles que lo realzan. El autor ha realizado una gran labor de recopilación y ordenación de datos obtenidos principalmente en libros y revistas especializadas. Es de agradecer la rigurosidad académica, indicando en todo momento las fuentes, habiendo numerosas notas al pie de página. Esta forma de escribir suele dificultar un poco la fluidez divulgativa, si bien creo ha sido acertada la opción elegida.
A lo largo de más de 180 páginas, el Sr. Lascorz nos habla de la presencia judía en Sobrarbe, entremezclada con los acontecimientos históricos relacionados con los judíos del resto de Aragón y otras regiones de la Península Ibérica. En sucesivos capítulos vamos viendo el transcurrir durante siglos de las diversas comunidades, con momentos trágicos y muy difíciles. Vale la pena leer este interesante y trabajado libro que pone las bases para seguir investigando y profundizando en el tema de las comunidades judías en Sobrarbe.